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Primer equipo

El Levante destila madurez en Riazor (0-2)

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Patea Munúa desde la cueva y golpea Martins en la orilla contraria del terreno de juego y el Levante sigue aplastando a sus adversarios mostrando unas cualidades que le convierten en un equipo muy fiable y extraordinariamente competitivo; un bloque sumamente complejo de desarbolar para sus oponentes por más que el Deportivo apelara a la raza y cayera preso del infortunio desde la misma claridad de la confrontación cuando primero Marchena y luego Ze Castro tuvieron que abandonar el campo por lesiones musculares. En la reanudación el partido enloqueció; Riki desperdició un penalti y Bergantiños acabó en la meta tras la expulsión de Aranzubia. En cualquier caso, parece necesario ofrecer más caudal y respuestas futbolísticas para hacer sucumbir a un Levante de juego convincente y de mirada posesiva y afilada. El bloque azulgrana se mostró como un ecosistema perfectamente interrelacionado. No obstante, cuenta con un futbolista determinante que establece una frontera y marca una distancia sideral en el punto en el que se cuecen definitivamente las confrontaciones. Se trata de Obafemi Martins.

El atacante nigeriano se bastó para rasgar a la defensa deportivista y ponerla en un brete cada vez que se cosía el balón al pie. Un mar de dudas acompañaba a la retaguardia en cada aparición del delantero. Hay una jugada que ejemplifica lo acontecido. Sucedió en la segunda fase del encuentro. Munúa lanzó en profundidad sobre la incorporación de Martins. El carrera del nigeriano provocó el temor entre los defensores. No había muchas posibilidades de progresar y de éxito para Martins, pero el balón finalizó en saque de esquina para el Levante. Así es el goleador del Levante. Verlo de cara da pavor. Es capaz de extraer un tesoro de la nada. En ese instante del partido ya había dado muestras de sus dotes como anotador. El primer balón que le cayó en el área de Aranzubia no acertó a dirigirlo entre los tres palos. Quizás Martins dudase en el instante definitivo. Pero el cartero siempre llama dos veces. En la segunda ocasión se escurrió entre los defensores tras un servicio transoceánico de Munúa mal defendido por la zaga local y se plantó en las inmediaciones del arquero gallego.

No había más oposición para conseguir el primer gol lejos del Ciutat que el guardameta. Allí donde otros jugadores se nublan, Martins exhibió una claridad de ideas suprema. Encaró a Aranzubia, fintó hacia la izquierda y golpeó el cuero hacia las mallas locales. Fue una semana atípica para el atacante. En la noche del miércoles defendía el escudo de Nigeria en Miami. El viernes regresó a Valencia y el sábado entrenó con  el grupo. Fue suficiente para dejar constancia de su calidad y de su compromiso con la elástica del Levante. El gol coronó una actuación realmente estupenda. Martins siempre dio sentido y brillo al juego. Sus respuestas fueron absolutas y verdaderas.

El partido comenzó con el Deportivo tratando de atenazar al Levante. El grupo de Oltra trató de recluir al Levante en su área, pero muy pronto varió el latido del choque. A los diez minutos las cartas estaban alzadas. El Levante parecía autorizar a su adversario a moverse con soltura hasta la línea de tres cuartos, pero le negó la profundidad. En ese espacio se ahogaban los ataques locales. El Levante no es un equipo impulsivo en sus movimientos. Nunca se precipita en sus decisiones. Da la impresión de medir con exactitud cada uno de los pasos que emprende. Nada de lo que hace sobre el verde es gratuito. Es un bloque tenaz y con una capacidad para ir absorbiendo a su rival hasta engullirlo. Lo hace con diligencia; sin estridencias. El cuadro de Juan Ignacio se comporta como un equipo metalúrgico.

El Levante convierte cada minuto del partido en una tortura para los adversarios. El Deportivo llegaba con relativa facilidad al área granota, pero se diluía en ese punto de la geografía del verde. El equipo que lidera Valerón no era capaz de encontrar agujeros por los que penetrar. Y esa tendencia genera dudas que el Levante aprovechó tras un nuevo servicio de Munúa. Michel y Abel Aguilar pugnaron por el balón en la medular y el bote despistó al central. Martins no erró. Desde una perspectiva exclusivamente azulgrana se jugaba algo más que un simple encuentro en Riazor. Después de una semana de una convulsión extrema, el enfrentamiento medía la estabilidad y el grado de madurez de un grupo que no mereció tal tratamiento. Se puso en duda su juego y su honradez.

En ese sentido, la respuesta colectiva fue exquisita, Nada se interpuso entre el Levante y la confrontación. Ni las feroces críticas vertidas. Ni la ausencia inesperada de Diop en la medular después de la inhabilitación de la FIFA. El Levante guardó fidelidad a la filosofía que le ha guiado de nuevo hacia la zona más elevada de la clasificación. Y Ballesteros y Navarro salieron fortalecidos de la cita. Los dos zagueros impusieron su autoridad cuando el partido demando su caudillaje. El partido parecía encauzado cuando moría el primer acto, pero el encuentro se estremeció en la segunda fase. El Levante quedó en inferioridad tras la expulsión de Pedro López. El paisaje era desolador con Riki retando a Munúa desde los once metros. La batalla entre dos viejos compañeros acabó con el balón surcando el cielo de Riazor.

La escuadra azulgrana salía indemne de este primer golpe, pero el Deportivo amenazaba la estabilidad foránea. Sus llegadas eran reiteradas aunque sin la claridad necesaria para concretar la finalización. Riki y Munúa volvieron a emerger. El disparo a quemarropa del delantero, en el interior del área, mostró la imagen más pétrea del arquero uruguayo. No obstante, al partido le quedaba otro giro que nadie podía prever. Aranzubia derribó a Martins lejos de su portería tras un error de Aythami que propició un pase en profundidad sobre el punta africano. Bergantiños se puso los guantes. Bergantiños inició el duelo en la medular, dio dos pasos atrás para ubicarse en el eje de la zaga y acabó de portero. Fue la metáfora del sufrimiento que acompaña al Deportivo en las últimas fechas desde un prisma deportivo y económico. Bergantiños no pudo aplacar el disparo sedoso y ajustado de Barkero que cerró el partido.