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Levante UD

Hoy se cumplen 14 años del ascenso a Primera del centenario

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El 13 de junio de 2010, el Levante logró su cuarto ascenso a Primera División en una jornada rebosante de emoción y de simbolismo. Aquella tarde de domingo el equipo dirigido por Luis García tenía un desafío mayúsculo que no necesitaba presentación: vencer al CD Castellón en el Ciutat de València y esperar acontecimientos en otros escenarios. La primera premisa se cumplió con creces. Apenas habían transcurrido diez minutos cuando Juanlu y Xisco ya habían batido con virulencia la meta albinegra, allanando el camino de la victoria. Javi Guerra, bordeando el final del primer capítulo del juego, dimensionó la ventaja con un tercer gol. El final del relato concluyó con un contundente 3-1.

La segunda parte del encuentro se convirtió en un ejercicio de arrebato y de esperanza. Los transistores tomaron el control. Sobre el verde los jugadores azulgranas mantenían el control del juego. El triunfo granota parecía innegociable y la atención se desvió hacia Salamanca. El feudo del Helmántico adquirió relevancia. No era anecdótico lo que allí pudiera acontecer. El empate entre el Betis y el Salamanca propulsó al Levante a Primera División. Este ascenso fue especialmente significativo por los condicionantes que rodeaban a la entidad levantinista. No era el secreto mejor guardado que la institución de Orriols atravesaba una delicada situación financiera. Los efectos de la Ley concursal y uno de los presupuestos más humildes de la categoría marcaban la estancia del Levante como miembro de la categoría de Plata. Sin embargo, en ocasiones, el dinero no lo es todo. Ni en la vida, ni en el fútbol.

Luis García había configurado un equipo de gladiadores dispuestos a partirse el pecho por los colores azulgranas. El preparador había desembarcado en el Levante en el ejercicio 2008-2009. Liderados por veteranos como Ballesteros y Juanfran, aquel colectivo se convirtió en un bloque sólido y unido. No había adversidad que no fuera capaz de superar. La química dentro del vestuario era palpable, y los jugadores, conscientes de la compleja situación del club, se comprometieron al máximo. Un ascenso a Primera División beneficiaría a todos desde diversos prismas.

La temporada no fue sencilla. El Levante fundamentó su éxito en una segunda vuelta inmaculada. Sin embargo, en las jornadas finales de la primera vuelta, tras la derrota ante el Cartagena en el Ciutat, el equipo se situaba a la orilla del descenso. Pensar en el ascenso parecía una quimera. No obstante, la dinámica cambió radicalmente tras las vacaciones de Navidad. Es posible partidos que marcaron un punto de inflexión, como la notable victoria por 2-4 ante el Cádiz, jugando en inferioridad numérica, que fortaleció el alma de un equipo que empezó a sentirse invulnerable. Semanas más tarde, la incontestable victoria en Girona (0-4) fue un serio aviso para navegantes de los propósitos del Levante.

Cada minuto, cada gol, cada partido reforzaba el estado anímico de un grupo comprometido que veía cada vez más cerca el sueño de la Primera División. Uno de los momentos más superlativos de la temporada fue el triunfo estelar 3-5 ante el Cartagena con las gradas inundadas de seguidores azulgranas. Este partido disipó cualquier duda sobre la capacidad de aquel equipo para lograr el ascenso.

El triunfo ante el Castellón supuso el tránsito definitivo a Primera. Fue un ascenso muy sentido y simbólico, cerrando con broche de oro las celebraciones del centenario del club. Aquel equipo, forjado en la adversidad y la unión, hizo historia. Este ascenso, inesperado para muchos, fue un testimonio de la resiliencia y el espíritu del Levante, marcando un hito inolvidable en la historia de la entidad.

El Levante festejó sus primeros cien años de existencia con el ascenso a Primera, un logro que simbolizó la culminación de una etapa llena de esfuerzo y sacrificio. La camiseta del Levante permitió a muchos jugadores reivindicarse como futbolistas, ofreciendo una última oportunidad para regresar a la primera línea de juego. Este ascenso no solo devolvió al equipo a la élite del fútbol español, sino que también reafirmó la fortaleza y la determinación de un grupo que nunca dejó de creer en sí mismo, a pesar de las dificultades. Fue una victoria del corazón, una muestra de que, en el fútbol, la pasión y el espíritu de equipo pueden superar cualquier obstáculo.